Situada a las afueras de la ciudad, la Casa Lux rememora la arquitectura colonial histórica presente en el centro fundacional de Cartagena, a partir de dos volúmenes ligeramente levados del suelo e insertados en un jardín que vuelcan la atención de sus habitantes hacia el interior del predio.
El primero de estos volúmenes, enfrentado con la calle, contiene las actividades más privadas de la casa, tales como las habitaciones y las zonas de descanso. Mientras que el segundo volumen, situado en el centro del jardín, se destina a los espacios sociales y de carácter público de la casa. Las aperturas de puertas y ventanas se sitúan estratégicamente en cada una de sus fachadas para proteger el interior del sol del trópico. Cada uno de estos vanos está resguardado por una serie de brise-soleil integrados en la carpintería que proveen la luz necesaria al interior y favorecen al confort térmico de los espacios.
Los dos volúmenes se conectan por medio de un puente que funciona a manera de pérgola y porche de acceso, el cual genera un umbral que divide los dos ámbitos de la casa, social y privado, y a su vez permite que el jardín interior rodee por completo el volumen de las estancias de la casa.
Adicionalmente dos pérgolas complementarias a estos volúmenes permiten establecer una transición confortable entre el interior y el exterior: la primera de ellas ofrece una protección desde el acceso de los parqueaderos; la segunda de ellas, permite extender la sala sobre el jardín. En este punto se dispone un deck que establece una relación directa con el espejo de agua ubicado en medio de la vegetación que permite modificar la percepción térmica del espacio.
El espacio protagónico de la casa, es una biblioteca ubicada en un mezzanine que se abalcona sobre la zona social, el cual alberga una amplia colección de libros de sus dueños y se conecta directamente a través del puente con la habitación principal.
Ficha técnica
Área Construida: 242 m2
Diseño arquitectónico: Felipe González-Pacheco
Equipo de trabajo: Francisco Ascencio, Tatiana Hernández y Alexander Roa